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Para descubrir Namur, hay que tomarse su tiempo. La riqueza de su patrimonio, el encanto de sus calles, de sus terrazas y de sus restaurantes se saborean. Desde lo alto de la Ciudadela hasta las riberas del Sambre, la capital valona tiene un sinfín de paisajes que ofrecerte.
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Namur, una ciudad encantadora, con su Ciudadela en lo alto, fue llamada por Napoleón como «La termitera de Europa».
Pasear por Namur es deambular a lo largo de calles llenas de encanto, tomarse el tiempo de pararse delante de una tienda o en un pequeño restaurante, y por qué no, acabar el día en el cine o en el Teatro Real de Namur. Tal vez verás en la gran pantalla una película de o de Cécile de France, ambos hijos del país.
Menos conocidos, Djoseph y Francwès son sin embargo los dignos representantes de la ciudad y los guardianes de sus emblemas, el caracol, auténtica mascota de la población namurense y especialidad culinaria de la región.
¿Lo sabías?
La patata frita nació en Namur. Y sí, esta ciudad a orillas del Mosa era, en el s. XVIII, amante de la morralla frita, un pescadito que los namurenses pescaban. Desgraciadamente, a lo largo de un invierno muy frío, el río se heló e impidió pescar. Fue entonces cuando los namurenses decidieron cortar trozos de patata en forma de pescado y los frieron. ¡Muy avispados estos namurenses!
No te puedes perder la visita al punto culminante de la ciudad, la Ciudadela. Desde lo alto de este espolón, protegida por una de las mayores fortalezas de Europa, podrás contemplar las atracciones más importantes de tu visita. Sin mencionar las numerosas citas festivas o deportivas que tienen lugar.
Regresa al centro histórico para descubrir algunos tesoros arquitectónicos: la catedral Saint-Aubain, el teatro, el campanario… No te olvides de coger tu máquina de fotografiar, harás muchas fotos para tu colección. Déjate tentar por una actividad que te encantará, pasea por el Namur antiguo, disfruta de un recorrido a lo largo de los muelles, o ves un poco más lejos visitando los alrededores.